Hoy tuve una pesadilla, que me ha dejado helado. Desperté con un nudo en la garganta. Por más que quise calmarme no pude. Mientras la luna iluminaba mi recámara pensé en lo triste que sería mi vida y de su trágico final. Mis objetivos nunca se cumplirían, aquellos proyectos que desde hace años me planteé no los visualizaría más, o quizá sí pero en sueños o pesadillas como la de hoy.
Durante todo el día estuve atormentado por los vagos recuerdos que tenía de aquel suceso en la madrugada. En clases no pude concentrarme, cada frase del profesor me ubicaba en un contexto distinto al de mis compañeros. Por algunos instantes creí discernir algunas palabras de mis compañeros que intentaban definir el concepto de columna, -es un análisis de la información, utiliza juicios, desvela hechos, no adjetiva ni exalta a las personas. Cuando se quiere hablar de una persona se describe, la columna tiene el mismo nombre y lleva un título además tiene periodicidad. Eso fue lo único que entendí durante los 50 minutos de clase. A la salida del salón sólo podía vislumbrar el pasillo interminable que me llevaría a la otra aula.
Pensé que tomar una taza de café me ayudaría a despertarme. Que error tan grave cometí, lo único que me ocasionó fue una crisis nerviosa. Ese día sólo pude entrar a dos clases, no soportaba el recuerdo de la pesadilla, por un momento pensé que la revelación había sido causada por los tacos que comí antes de dormir, la idea no era mala, me tranquilizó un poco. Sin embargo seguí pensando en el sueño, tal vez era un vaticinio de mi futuro o el inconsciente me había jugado una broma.
La verdad no sé qué produjo tan amarga percepción, lo que es cierto es que Morfeo no estaba de mi lado, cómo podría ser posible, si el único lugar en el que me sentía libre era en los sueños y ahora soy preso de ellos.
Cómo imaginarme a los 45 años de edad, amargado, sentado frente a un escritorio y no precisamente escribiendo, sino comiendo una torta de huevo con jamón, el aroma de los ingredientes mezclados con mayonesa y pasta de fríjol invadía el ambiente. ¡Qué asco! No pude morder bien el bolillo duro y un pedazo cayó en mi camisa dejando una mancha de aguacate. ¿Por qué no pude? Creo que es por que me hacen falta algunos dientes, supongo que es por la edad.
A mí alrededor había decenas de archiveros, parece una oficina, la tecnología nunca llegó, el calor se conjuga con los olores de mi torta y hace cada vez más insoportable mi estancia ahí. Creo que no aguanté más y salí a tomar un poco de aire a la calle. ¡Que horror! Mi panza es tan prominente que no deja verme los zapatos.
El ruido ensordecedor de un automóvil me hizo reaccionar. Estuve a punto de ser atropellado y todo por seguir pensando en mi tonta pesadilla. Ya estoy en la banqueta, supongo que es un lugar más seguro, pero aún sigo pensando en mi sueño. Nunca creí verme en un futuro así. Mis aspiraciones iban más allá que estar en una oficina de Registro Civil. De pequeño tuve algunas fantasías, quise ser bombero, paletero, súper héroe y periodista. Me decidí por la última, ya que era la más viable y a los ojos de mis padres la mejor.
Por unos instantes olvidé el tema, me dirigí presuroso en busca de una cocina económica, por fortuna la encontré, me senté, pedí el menú del día: sopa de verdura, arroz y una pechuga asada. Todo iba bien hasta que empecé a comer el pollo que iba acompañado de unas rebanadas de aguacate que me regresaron a mi trágico sueño.
Nadie escapa a la vejez, ni a ver culminadas o frustradas sus aspiraciones. Eso me sucedió entre cobijas, nunca había sufrido tanto en tan cómoda posición. ¿Cuál era mi vida en ese momento? El telón se abría lentamente, había mostrado mi futuro trabajo, mi aspecto físico y lo repugnante que se me habían hecho las tortas.
No tardé mucho tiempo en salir de mi jornada burocrática, y me dirigí hacia mi casa, eso supuse. Al verla me sentí reconfortado, a pesar de sentirme atrás de un vidrio empañado que sólo me permitía visualizar una silueta de lo que era yo.
Dentro de la casa todo parecía en orden, pensé que mi familia estaría esperándome, ¡Oh! sorpresa, no tenía esposa ni hijos. De paso por el estudio pude ver los distintos libros había comprado en mi juventud, la luz amarillenta de focos viejos me indicaban que los ejemplares estaban infestados de moho. El olor a humedad era intolerable, todo huele a encierro y a tumba, sobre el escritorio están mis libros de periodismo, distintos periódicos en los que alguna vez soñé escribir. Algunos están subrayados y otros en el basurero.
En un rincón del estudio había dos ejemplares del semanario que inicié en mi juventud, el número cero y uno, aún recuerdo que tardé casi un año para aterrizar mis ideas e iniciar de manera formal con su producción. Definir la línea editorial fue lo más complicado, ya que en cada ejemplar tenía que escribir la postura del medio respecto a un tema relevante, analizar y enjuiciar información, mantener el hilo conductor y nunca traicionar la ideología del medio, su extensión siempre fue complicada pues en algunas ocasiones el espacio no era suficiente, pero su lugar era fijo. El objetivo principal era dar argumentos para que los lectores hicieran sus propios juicios.
Fue en la preparatoria que decidí aventurarme al mundo del periodismo, iniciando en la revista escolar con algunos artículos. Superman fue mi inspiración.
Como podía ser que a tales alturas de mi vida olvidara las metas que me impuse en la juventud: escribir y trabajar en un periódico, mejor aún tener mi periódico. ¿Dónde quedaron mis ambiciones? No lo sé.
Siempre quise ver mi firma en alguna nota o reportaje que dejará en entredicho a algún personaje famoso, o que hiciera temblar a algún político importante, o mejor aún ser artífice de algún cambio importante en la sociedad de mi tiempo, además de transmitir noticias, informar, e influir en la vida de las personas a través de un medio tan eficaz como lo es el periodismo, siempre he pensado que esa es su función principal aunque el periodismo no sólo se remite a al periódico, sino también a la televisión, radio y últimamente en Internet lo cual hace que la información se transmita de forma global.
Sin embargo esas ambiciones pasajeras eran el boleto que me llevaría a la creación de un estilo propio, pues lo que realmente buscaba era seguir el ejemplo de los fundadores del nuevo periodismo. Escribir en un periódico, diez o quince años. Utilizar la redacción como un motel donde se pasa la noche hacia el triunfo final. Acumular experiencia y en el momento menos pensado, abandonar el empleo sin dudarlo. Posteriormente mudarme a una cabaña o irme a un lugar lejano. Tal vez regresar a mi pueblo e irme a vivir al campo. Mala idea García Márquez dijo que sería como regresar los pasos y morir.
El objetivo: escribir una o muchas novelas, trabajar en ella día y noche durante uno, dos o más años. Miguel Ángel Bastenier sustentó mis aspiraciones al decir que entre los géneros no existen las barreras, son móviles y su clasificación sólo sirve para que el periodista trabaje mejor y que entre los géneros se apoyan. Supuse que el periodismo era la forma más cercana al mundo de la escritura así que gracias a ellos decidí aventurarme a lo desconocido para mí hasta ese momento, pero eso sería algún día. Mientras tanto esos objetivos se habían disuelto en una maraña de alucinaciones que reflejaban lo que no quería ser nunca: un burócrata consumado y consumido.
Afortunadamente fue un sueño, desperté confundido y con un nudo en la garganta. Mientras camino de la cocina económica hacia mi departamento siento unas profundas ganas de ir al baño, apresuro el paso, casi corro. Cual oasis en el desierto hallé el baño al fondo del pasillo. Bajé el cierre con rapidez y con una satisfacción enorme terminé de orinar, no sin antes sudar y lagrimear un poco.
¡Por dios!, otra vez desperté meado, carajo, mis cobijas apestan. Otro sueño, eso me alegra. Creo que por estos momentos no tendré que preocuparme por mi futuro, ni mis metas, pues ahí siguen esperando. De lo que sí tengo que preocuparme es de no mojar la cama a los 21 años. A que ¡pinche! Morfeo nunca pensé que fuera tan llevadito.
¿habrá sido una revelación? no quiero descubrir que esto fue un sueño de mañana, ni de mi vida, ni de mis recuerdos, ni de tu omnipotente presencia, ni mucho menos de tu bendita ausencia, Soledad te quiero, ahora y siempre. Mis alucinados sueños no importan, si tus pasos me guían.
Durante todo el día estuve atormentado por los vagos recuerdos que tenía de aquel suceso en la madrugada. En clases no pude concentrarme, cada frase del profesor me ubicaba en un contexto distinto al de mis compañeros. Por algunos instantes creí discernir algunas palabras de mis compañeros que intentaban definir el concepto de columna, -es un análisis de la información, utiliza juicios, desvela hechos, no adjetiva ni exalta a las personas. Cuando se quiere hablar de una persona se describe, la columna tiene el mismo nombre y lleva un título además tiene periodicidad. Eso fue lo único que entendí durante los 50 minutos de clase. A la salida del salón sólo podía vislumbrar el pasillo interminable que me llevaría a la otra aula.
Pensé que tomar una taza de café me ayudaría a despertarme. Que error tan grave cometí, lo único que me ocasionó fue una crisis nerviosa. Ese día sólo pude entrar a dos clases, no soportaba el recuerdo de la pesadilla, por un momento pensé que la revelación había sido causada por los tacos que comí antes de dormir, la idea no era mala, me tranquilizó un poco. Sin embargo seguí pensando en el sueño, tal vez era un vaticinio de mi futuro o el inconsciente me había jugado una broma.
La verdad no sé qué produjo tan amarga percepción, lo que es cierto es que Morfeo no estaba de mi lado, cómo podría ser posible, si el único lugar en el que me sentía libre era en los sueños y ahora soy preso de ellos.
Cómo imaginarme a los 45 años de edad, amargado, sentado frente a un escritorio y no precisamente escribiendo, sino comiendo una torta de huevo con jamón, el aroma de los ingredientes mezclados con mayonesa y pasta de fríjol invadía el ambiente. ¡Qué asco! No pude morder bien el bolillo duro y un pedazo cayó en mi camisa dejando una mancha de aguacate. ¿Por qué no pude? Creo que es por que me hacen falta algunos dientes, supongo que es por la edad.
A mí alrededor había decenas de archiveros, parece una oficina, la tecnología nunca llegó, el calor se conjuga con los olores de mi torta y hace cada vez más insoportable mi estancia ahí. Creo que no aguanté más y salí a tomar un poco de aire a la calle. ¡Que horror! Mi panza es tan prominente que no deja verme los zapatos.
El ruido ensordecedor de un automóvil me hizo reaccionar. Estuve a punto de ser atropellado y todo por seguir pensando en mi tonta pesadilla. Ya estoy en la banqueta, supongo que es un lugar más seguro, pero aún sigo pensando en mi sueño. Nunca creí verme en un futuro así. Mis aspiraciones iban más allá que estar en una oficina de Registro Civil. De pequeño tuve algunas fantasías, quise ser bombero, paletero, súper héroe y periodista. Me decidí por la última, ya que era la más viable y a los ojos de mis padres la mejor.
Por unos instantes olvidé el tema, me dirigí presuroso en busca de una cocina económica, por fortuna la encontré, me senté, pedí el menú del día: sopa de verdura, arroz y una pechuga asada. Todo iba bien hasta que empecé a comer el pollo que iba acompañado de unas rebanadas de aguacate que me regresaron a mi trágico sueño.
Nadie escapa a la vejez, ni a ver culminadas o frustradas sus aspiraciones. Eso me sucedió entre cobijas, nunca había sufrido tanto en tan cómoda posición. ¿Cuál era mi vida en ese momento? El telón se abría lentamente, había mostrado mi futuro trabajo, mi aspecto físico y lo repugnante que se me habían hecho las tortas.
No tardé mucho tiempo en salir de mi jornada burocrática, y me dirigí hacia mi casa, eso supuse. Al verla me sentí reconfortado, a pesar de sentirme atrás de un vidrio empañado que sólo me permitía visualizar una silueta de lo que era yo.
Dentro de la casa todo parecía en orden, pensé que mi familia estaría esperándome, ¡Oh! sorpresa, no tenía esposa ni hijos. De paso por el estudio pude ver los distintos libros había comprado en mi juventud, la luz amarillenta de focos viejos me indicaban que los ejemplares estaban infestados de moho. El olor a humedad era intolerable, todo huele a encierro y a tumba, sobre el escritorio están mis libros de periodismo, distintos periódicos en los que alguna vez soñé escribir. Algunos están subrayados y otros en el basurero.
En un rincón del estudio había dos ejemplares del semanario que inicié en mi juventud, el número cero y uno, aún recuerdo que tardé casi un año para aterrizar mis ideas e iniciar de manera formal con su producción. Definir la línea editorial fue lo más complicado, ya que en cada ejemplar tenía que escribir la postura del medio respecto a un tema relevante, analizar y enjuiciar información, mantener el hilo conductor y nunca traicionar la ideología del medio, su extensión siempre fue complicada pues en algunas ocasiones el espacio no era suficiente, pero su lugar era fijo. El objetivo principal era dar argumentos para que los lectores hicieran sus propios juicios.
Fue en la preparatoria que decidí aventurarme al mundo del periodismo, iniciando en la revista escolar con algunos artículos. Superman fue mi inspiración.
Como podía ser que a tales alturas de mi vida olvidara las metas que me impuse en la juventud: escribir y trabajar en un periódico, mejor aún tener mi periódico. ¿Dónde quedaron mis ambiciones? No lo sé.
Siempre quise ver mi firma en alguna nota o reportaje que dejará en entredicho a algún personaje famoso, o que hiciera temblar a algún político importante, o mejor aún ser artífice de algún cambio importante en la sociedad de mi tiempo, además de transmitir noticias, informar, e influir en la vida de las personas a través de un medio tan eficaz como lo es el periodismo, siempre he pensado que esa es su función principal aunque el periodismo no sólo se remite a al periódico, sino también a la televisión, radio y últimamente en Internet lo cual hace que la información se transmita de forma global.
Sin embargo esas ambiciones pasajeras eran el boleto que me llevaría a la creación de un estilo propio, pues lo que realmente buscaba era seguir el ejemplo de los fundadores del nuevo periodismo. Escribir en un periódico, diez o quince años. Utilizar la redacción como un motel donde se pasa la noche hacia el triunfo final. Acumular experiencia y en el momento menos pensado, abandonar el empleo sin dudarlo. Posteriormente mudarme a una cabaña o irme a un lugar lejano. Tal vez regresar a mi pueblo e irme a vivir al campo. Mala idea García Márquez dijo que sería como regresar los pasos y morir.
El objetivo: escribir una o muchas novelas, trabajar en ella día y noche durante uno, dos o más años. Miguel Ángel Bastenier sustentó mis aspiraciones al decir que entre los géneros no existen las barreras, son móviles y su clasificación sólo sirve para que el periodista trabaje mejor y que entre los géneros se apoyan. Supuse que el periodismo era la forma más cercana al mundo de la escritura así que gracias a ellos decidí aventurarme a lo desconocido para mí hasta ese momento, pero eso sería algún día. Mientras tanto esos objetivos se habían disuelto en una maraña de alucinaciones que reflejaban lo que no quería ser nunca: un burócrata consumado y consumido.
Afortunadamente fue un sueño, desperté confundido y con un nudo en la garganta. Mientras camino de la cocina económica hacia mi departamento siento unas profundas ganas de ir al baño, apresuro el paso, casi corro. Cual oasis en el desierto hallé el baño al fondo del pasillo. Bajé el cierre con rapidez y con una satisfacción enorme terminé de orinar, no sin antes sudar y lagrimear un poco.
¡Por dios!, otra vez desperté meado, carajo, mis cobijas apestan. Otro sueño, eso me alegra. Creo que por estos momentos no tendré que preocuparme por mi futuro, ni mis metas, pues ahí siguen esperando. De lo que sí tengo que preocuparme es de no mojar la cama a los 21 años. A que ¡pinche! Morfeo nunca pensé que fuera tan llevadito.
¿habrá sido una revelación? no quiero descubrir que esto fue un sueño de mañana, ni de mi vida, ni de mis recuerdos, ni de tu omnipotente presencia, ni mucho menos de tu bendita ausencia, Soledad te quiero, ahora y siempre. Mis alucinados sueños no importan, si tus pasos me guían.
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